Desprotegidos

Jornada tras jornada, los conductores, guardas y trabajadores del área de taller se exponen a ruidos capaces de provocar sordera. Los protectores auditivos marca Libus Quantum entregados por Metrovías, no sirven para reducir el nivel sonoro y prevenir la hipoacusia.

El pasajero entra al subterráneo, desliza la tarjeta azul y está listo para tomar el viaje. Se escucha un barullo y tras minutos de espera en el andén se oye el zumbido del subte que se aproxima, las pantallas anuncian: “tren ingresando a la estación”. En el primer vagón se acerca un hombre de camisa celeste, es el conductor y aunque parece estar acostumbrado al ruido la realidad es que ya no lo escucha.

“¡Loco, pará, bajá que nos aturdís a todos con la televisión!”, gritaron los familiares de Claudio Dellecarbone mientras miraba el programa de siempre, para este conductor de la linea B desde hace 23 años, el volumen estaba normal. La pérdida de audición es una característica común entre los guardas y conductores de las diversas líneas de subterráneo en Buenos Aires.

​“Cuando empezamos toda la pelea por las seis horas hacían publicidad diciendo que estaba comprobado que el ambiente del subte era equivalente a las Sierras de Córdoba”, recordó Dellecarbone sobre los argumentos que Metrovías utilizó para asegurar que el entorno laboral estaba en perfectas condiciones y oponerse a la lucha por la declaración de insalubridad para el trabajo en el subterráneo que los trabajadores iniciaron en 2003. Aunque la Resolución 1105 declaró pernicioso a “los Talleres Rancagua, Miserere, Canning, Constitución y Carlos Pellegrini, Guardas y Choferes y Túneles de la empresa Metrovías, con excepción de las boleterías, andenes y lugares de tránsito de los usuarios de las Líneas A, B, C, D y E”, fue revocada por una apelación de Metrovías y solo se logró una reducción en la jornada laboral de ocho a seis horas. En la actualidad, la ley no reconoce como insalubre el empleo en el subterráneo a pesar de sobrepasar los niveles de ruido prescritos en el Decreto Nº 351/79: “la medida del ruido de impulso o de impacto deberá respetar el rango de 80 y 140 decibeles (dB) y el intervalo del pulso deberá ser como mínimo de 63 dB”.

​Un estudio de 2013 realizado por el ingeniero Horacio Cristiani, pone en evidencia que las líneas del subterráneo alcanzan picos de niveles de ruido por encima de los decibeles establecidos por la legislación, por ejemplo, la línea C obtuvo 102,85 dB como valor máximo de nivel sonoro, y 86,15 dB de valor promedio. Para muchos de los guardas, arriesgarse a reclamar avances en la insalubridad solo podrían retroceder las escasas mejoras logradas en 2003.

​“Me han dicho sos de hablar fuerte”, comentó Pablo quién ha trabajado por 25 años bajo tierra: primero como boletero, luego como guarda y ahora como conductor en la línea B. Pablo y Manuel Compañez, otro hombre de camisa celeste, reconocen un sonido que no pueden obviar: ambos escuchan el tac-tac-tac del roce entre el tren y los rieles. “Eso va acá, al oído izquierdo, el oído derecho no porque no están las vías tan cerca como con el oído izquierdo”, aclaró Pablo. Lo mismo resolvió Compañez, después de 23 años en el laburo asegura que el ruido sale de la formación, rebota en la pared e impacta el oído izquierdo del guarda y el conductor. “El 85% tiene pérdida auditiva del lado izquierdo, eso está todo documentado. Eso es bien concreto”, explicó Compañez.

Según el director y coordinador del laboratorio de Acústica y Electroacústica de la Universidad Nacional de Rosario, Federico Miyara, “todo trabajo que importe exposición a una intensidad continua de presión sonora mayor a 85 dB puede causar una hipoacusia perceptiva”. La disminución de la sensibilidad auditiva por ruido es considerada una de las enfermedades profesionales previstas en la Ley 24.557 de 1996.

Según otorrinolaringólogos de la ciudad, la sordera puede prevenirse con protectores auditivos, además, el Decreto Nº 351/79 señala que: “no se permitirán exposiciones sin protección por encima de un nivel pico C ponderado de presión acústica de 140 dB”. El responsable de Relaciones con los Medios, Gerencia de Comunicaciones y Relaciones Institucionales de Metrovías, Federico Rossieter, señaló que “todo el personal que desempeña funciones a bordo de los trenes, guardas y conductores principalmente, cuentan con tapones para sus oídos los cuales les son entregados como parte de su material de trabajo”.

Eduardo está por jubilarse luego de 44 años en el subte de los cuales diez fueron como conductor, hoy está en boleterías por un problema en el corazón. “Me di cuenta que dejé de escuchar bien porque cuando venía una persona y te hablaba tenías que prestarle mucha atención. Para el que tiene buen oído y no tiene nada, entiende al hablar, pero si no, no, además con esos ruidos de los trenes no es en un día o dos días que te agarra, es después de dos, tres, cuatro, cinco años, ya cuando se expande en el tiempo es cuando se toma la poca audición”, explicó sobre la pérdida de auditiva que él y sus compañeros han desarrollado con los años.

​A pesar de las afirmaciones de Rossieter, los testimonios de los trabajadores como Eduardo en los que aseguran percibir una disminución en la capacidad de escucha junto con los estudios audiométricos realizados a los trabajadores del subterráneo durante 2002, ubican en tela de juicio la eficacia de estos tapones. Las audiometrías dibujaron la curvatura típica de pérdida auditiva que, tal como explican otorrinolaringólogos de la ciudad de Buenos Aires, reflejan el deterioro sensorial causado por la exposición constante a altos niveles de ruido durante un período de tiempo extendido. Los hombres de camisa celeste están desprotegidos y a pesar de las quejas del sindicato por la falta de seguridad en el ambiente laboral, los trabajadores nunca han puesto el foco en la principal herramienta para reducir el ruido: los auriculares.

​“El protector auditivo no sirve. Te dan uno que es el que vos te pones para ir a la pileta, que te protege de que no entre agua cuando vos te sumergís”, señaló Dellecarbone refiriéndose al auditivo Libus Quantum que reciben los conductores y guardas. “El auricular que deberían entregar es el que usan en los aeropuertos donde hay sonidos muy fuertes. La empresa no lo hace, te da un tapón que no sirve y te dicen que si vos no lo usaste es problema tuyo y por eso quedaste sordo. La realidad es que aunque lo usés no te sirve de nada”, aclaró enfáticamente. Durante el receso laboral no faltan los chistes para sordos entre guardas y conductores, no escuchar se convirtió en la clave para reconocer al trabajador de décadas en el subterráneo.

El responsable de las Relaciones Públicas de la empresa Metrovías, Federico Rossieter, refiriéndose a los protectores de oído de tipo Libus Quantum, aseguró que “los preventivos permiten disminuir sensiblemente la exposición de nuestros empleados a los sonidos propios de la operación del servicio en los túneles”. Sin embargo, el otorrinolaringólogo de la ciudad, Steven Benites, sostuvo que “esos auriculares no les sirven”.

​A pesar de que la empresa aparentemente cumple la legislación al entregar el equipo protector necesario a los empleados, los protectores auditivos no están acorde al nivel de ruido del subterráneo. Los médicos otorrinolaringólogos y la Enciclopedia de Salud y Seguridad en el Trabajo en los capítulos pertenecientes a la sección “Ruido, Protección Personal y Órganos Sensoriales”, arguyen que cerrar el canal auditivo no es suficiente para disminuir la exposición al sonido.

​El Doctor Ariel Rossi, miembro de la Secretaria de Salud Laboral del Sidicato AGSTyP, explicó que los preventivos entregados por Metrovías son tapones que solo obstruyen el conducto auditivo más no protegen la mastoides, un bulto de hueso detrás de la oreja que conduce ruido por la vía ósea. “El estímulo constante de la mastoide puede desarrollar una hipoacusia neurosensorial que afectará los nervios en el oído interno. Los protectores auditivos efectivos para la labor en el subterráneo son el auricular tipo orejera o silenciadores, que además de obstaculizar el ingreso de sonido al oído, evitan la exposición del mastoide y por ende previenen la pérdida auditiva irreversible”, explicó e hizo referencia a los silenciadores utilizados en otras partes del mundo, como en el subterráneo de New York.

Se evidenció un enorme vacío legal respecto a los métodos de prevención de enfermedades laborales. En la resolución nº 771/2013 el juzgado ha manifestado el deber de asegurar la salud e integridad de los empleados y exige, tanto a las Aseguradoras de Riesgos de Trabajo (ART) como los Empleadores Auto-asegurados (EA), a presentar una programación anual en materia de prevención que incluya la descripción del desarrollo de las tareas preventivas a lo largo del año corriente. Asimismo, la Ley Nacional de Higiene y Seguridad N° 19587 establece la obligatoriedad de brindar elementos de protección personal.

En concordancia, el decreto 351/79 sancionó que si el nivel sonoro continuo equivalente en el ámbito de trabajo supera los decibeles permitidos, “deberá reducirlo adoptando las correcciones que se enuncian a continuación y en el orden que se detallan: procedimientos de ingeniería, ya sea en la fuente, en las vías de transmisión o en el receptor; protección auditiva al trabajador; y de no ser suficientes las correcciones indicadas, serán reducidos los tiempos de exposición”. El decreto enfatiza en el artículo nº 196, la obligatoriedad del uso de elementos individuales de protección auditiva y advierte que “la protección de los oídos se combinará con la de la cabeza y la cara”.

“Tengo los ruidos de las máquinas al lado de mis oídos”, puntualizó con desgano Facundo Heredia, quien comenzó como empleado en 1999 cuando apenas era un pibe de 23 años. “Nos dan los protectores auditivos, pero esa no es la solución. La salida es tratar de aislar el ruido. Pero eso conlleva un gasto de dinero importante y es más fácil decir que nos pongamos el auditivo”, se quejó Heredia ante el poco esfuerzo de Metrovías en protección del ruido para los empleados, quienes han dedicado gran parte de su vida al trabajo bajo tierra.

“Ve a los conductores de la línea E, todos ellos sí se han quedado sordos”, indicó uno de los boleteros de la estación Santa Fe de la línea H, la más nueva de la Ciudad. Los hombres de camisa celeste que trabajan en las líneas de mayor antigüedad son los más afectados por el ruido. En una encuesta psicosocial realizada a los trabajadores de todas las líneas del subterráneo en febrero de 2018 por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (CONICET) junto con la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) y dirigida por Juan Eduardo Bonnin, se denotó que la percepción de ruidos más elevados está presente en los dos subterráneos de mayor antigüedad: la línea C y E. Además el 62,5% de los trabajadores afirmaron oír frecuentes ruidos, golpes y sonidos agudos durante la jornada laboral.

La pérdida de audición no es todo lo que la exposición a altos decibeles de ruido puede provocar. Los resultados de la encuesta de CONICET en conexo con los testimonios de los empleados, evidenciaron dolencias frecuentes en los empleados, tales como gastritis, sensación de cansancio extremo, dolores de cabeza. En respuesta a esta problemática, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) aclara que además de la pérdida de audición el ruido excesivo en el lugar de trabajo puede desembocar en otros problemas de salud, como: trastornos nerviosos, estomacales y cardíacos. Además en el módulo Ruido en el lugar de trabajo la OIT señala que “se sospecha al ruido como una causa de las enfermedades cardíacas, las úlceras de estómago”, y afirma que “los obreros expuestos al ruido pueden quejarse de nerviosismo, insomnio y fatiga, se sienten cansados todo el tiempo”.

“Aunque vos venís súper descansado de tu casa, te montas en el tren, la vuelta demora una hora entre Rosas y Alem, vos te diste una vuelta y empezás a sentirte decaído”, expresó Pablo sobre la sensación de fatiga que perciben los conductores del subte. Manuel, conductor de la línea D, declaró tener gastritis. Eduardo, trabajador desde hace ya 44 años, 22 de ellos como guarda y 10 como conductor, fue trasladado a boleterías por presentar un problema cardíaco en la serie de exámenes médicos, llamado registro, que Metrovías realiza anualmente a los empleados del sector tranvías. Ante esto, Mariuxi López, cardióloga graduada en Favaloro, argumentó que cuando el paciente está expuesto a ruidos elevados que generan estrés o tensión la probabilidad de desarrollar enfermedades cardíacas es alta.

“Muchos compañeros comenzaron a utilizar orejeras para no sentir el ruido y la empresa se los empezó a prohibir, los empezó a ‘bajar del subte’”, dijo con desconcierto Compañez en el intento de explicar porqué los trabajadores no utilizan los auriculares correctos como forma de autoprevención, también enfatizó que “la empresa no solo no cuida al trabajador sino que prohíbe que por cuenta suya use los protectores auditivos correctos”.

Los fuertes ruidos que se perciben en el subterráneo son un hecho. La hipoacusia en los trabajadores, de mayor o menor medida, también lo es. Sin embargo, poco se ha canalizado esta problemática con la ineficiente protección auditiva de los tapones marca Libus Quantum entregados por Metrovías a los empleados. Estos tienen un costo de alrededor 6 pesos argentinos, mientras que los silenciadores correctos para la actividad laboral y acorde a las leyes de protección del trabajador, se encuentran en el mercado por un precio 100 veces mayor que los tapones Libus. “No es el protector auditivo que corresponde. Ósea, tampoco eso, no te entregan los mecanismo de seguridad, no existen”, enfatizó Dellecarbonara, conductor del subterráneo en la línea B que ha sido una de las voces más fuertes en favor de los derechos del trabajador.

Como Claudio, Pablo, Manuel y Eduardo, muchos hombres de camisa celeste han entregado años, trabajo y esfuerzo a un ambiente que promete estar de acuerdo a la ley y proteger al trabajador.

Investigación realizada por Paula Defiore y Abigail Michelle


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